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¿Tecnoestrés o tecnomalestar? El nuevo mal que afecta a los trabajadores en la era 4.0

El tecnomalestar laboral es un nuevo concepto desarrollado en una investigación del Politécnico Grancolombiano que describe el malestar emocional generado por la sobreexposición digital en el trabajo.

A diferencia del tecnoestrés, incluye síntomas más profundos como ansiedad, frustración y pérdida de sentido, afectando la identidad profesional y las relaciones laborales.

Este fenómeno se ha intensificado con la acelerada digitalización tras la pandemia, especialmente por el teletrabajo y la hiperconexión. En Colombia, la falta de infraestructura y formación tecnológica agrava el problema.

Los trabajadores han creado estrategias de autocuidado como desconectarse a horarios fijos, separar dispositivos personales y laborales, y establecer pausas digitales. Estas acciones ayudan a proteger la salud mental y recuperar el control.

Noviembre de 2025. La Cuarta Revolución Industrial ha traído avances tecnológicos sin precedentes, pero también ha generado efectos invisibles que empiezan a cobrar factura en la salud mental de los trabajadores. Uno de ellos es el tecnomalestar laboral, un concepto acuñado a partir de una investigación reciente liderada por Anderson Gañán, docente de psicología del Politécnico Grancolombiano, quien propone esta nueva categoría para entender el impacto subjetivo de la tecnología en los entornos laborales digitalizados.

A diferencia del conocido tecnoestrés, que se refiere al agotamiento causado por el uso excesivo o inadecuado de tecnologías, el tecnomalestar apunta a una experiencia mucho más compleja, una combinación de ansiedad, frustración, pérdida de sentido y desajuste emocional provocados por la sobreexposición digital en el trabajo. Se trata de una sensación de malestar difuso, pero constante, que va más allá del estrés y que afecta directamente la identidad profesional, las relaciones laborales y el equilibrio entre vida personal y laboral.

Según Gañán, el concepto de tecnoestrés ha quedado corto para describir lo que realmente están viviendo muchos trabajadores. “El tecnomalestar permite comprender cómo las tecnologías no solo alteran ritmos o tareas, sino también la manera en que los trabajadores se reconocen a sí mismos, se relacionan con otros y encuentran sentido en lo que hacen”, señala el investigador.

La investigación propone que esta categoría incluye componentes como la tecnoansiedad, la tecnoadicción, la tecnofragmentación (dificultad para mantener la atención por múltiples dispositivos), la tecnofatiga y la telepresión, una urgencia obsesiva por responder inmediatamente a mensajes laborales. Estos síntomas reflejan un desgaste que no es únicamente técnico, sino emocional, simbólico y social.

¿Qué detona el tecnomalestar?

Uno de los factores clave en la aparición del tecnomalestar ha sido el ritmo vertiginoso con que se ha impuesto la digitalización, especialmente después de la pandemia por COVID-19. El teletrabajo masivo, la hiperconexión y la eliminación de las fronteras entre oficina y hogar generaron lo que estudios internacionales han llamado un “burnout digital pandémico”, caracterizado por aislamiento, sobrecarga de información y pérdida de control del tiempo.

Gañán afirma que en Colombia este fenómeno se acentúa por la brecha entre las exigencias tecnológicas del mercado y las condiciones reales de los trabajadores. “Muchos empleados no cuentan con la infraestructura, formación o acompañamiento necesario para adaptarse a esta nueva normalidad digital. Esto aumenta su sensación de inutilidad, frustración o incluso hostilidad hacia la tecnología”, explica.

El tecnomalestar no solo afecta el rendimiento laboral, también deteriora la calidad de vida. A nivel físico, se manifiesta en trastornos del sueño, cefaleas, fatiga visual o dolores musculares. En el plano psicológico, aparecen síntomas como ansiedad, depresión, sensación de despersonalización o culpa constante por no ser suficientemente productivos en entornos digitales.

Pero quizás el hallazgo más preocupante es el impacto en la identidad y el sentido del trabajo. El estudio documenta que muchos trabajadores sienten que su rol ha perdido valor ante las tecnologías, lo que les genera un vacío simbólico difícil de nombrar, pero profundamente desgastante.

¿Qué hacer para no vivir el “tecnomalestar”?

Lejos de resignarse, los trabajadores desarrollan estrategias individuales y colectivas para mitigar este malestardesconectarse proactivamenteseparar dispositivos personales y laborales, crear “rituales” de fin de jornada o incluso emplear el humor como forma de resistencia simbólica. Estas microdefensas son formas creativas de sostener la salud mental en medio de un entorno que exige presencia permanente y productividad ilimitada.

Algunas de estas estrategias pasan por pequeños gestos cotidianos que permiten recuperar control y agencia sobre el tiempo y el cuerpo: desactivar notificaciones, establecer horarios inamovibles de desconexión o incluso usar mensajes automatizados para frenar la telepresión. Otras son más simbólicas, como recuperar espacios de conversación entre compañeros para expresar malestares sin juicio, resignificar el error como parte del aprendizaje tecnológico o generar pactos colectivos de “pausas digitales” dentro de los equipos de trabajo.

Estos recursos, aunque muchas veces informales y no institucionalizados, funcionan como verdaderos mecanismos de defensa frente a la invasión tecnológica. No eliminan el malestar, pero lo contienen, lo nombran y lo resisten, permitiendo que el trabajador no se diluya por completo en la lógica impersonal de la eficiencia. El tecnomalestar, en ese sentido, no solo denuncia una sobrecarga, sino también abre una puerta a nuevas formas de cuidado y agencia en el mundo laboral contemporáneo.

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